«Hasta siempre Málaga, ha sido una noche estupenda», con estas palabras se despidió del público malagueño Joaquín Sabina al terminar el primero de los dos conciertos con los que dice adiós de la ciudad andaluza (sur) en su gira Hola y adiós, con la que pone fin a cinco décadas de carrera musical.
Una gira de 36 actuaciones, que comenzó su periplo en España a principios de mayo en Las Palmas de Gran Canaria y que pasará por Madrid, Zaragoza, Pamplona, Sevilla, Alicante, Palma de Mallorca, Coruña o Gijón; y que le llevará también a su Úbeda (Jaén) natal.
Una silla alta, una mesa y un micrófono en el escenario y 7.500 espectadores en el auditorio recibió entre vítores y aplausos a un Sabina sonriente, que lucía su típico bombín blanco, cuando en las pantallas del Martín Carpena se veían aún los planos finales del videoclip Un último vals. El cantautor jienense saludó y ante un público, que se mostró incondicional, cantó o más bien recitó con su característica voz rota, quizás más cascada que en otras ocasiones por la emoción de la despedida, Lágrimas de mármol.
Y así, con un auditorio lleno y arropado por su banda, arrancó oficialmente el primer concierto en la península de la que, por aquello de la despedida, promete ser una gira muy emotiva, sin duda.
Durante las casi dos horas que se ha alargado la actuación de Sabina hubo tiempo para todo, para la música, los recuerdos y las bromas, para compartir confidencias con los presentes y hasta para las lágrimas al llegar la recta final del espectáculo.
Sabina se confesó un defensor de la copla española, en la que ha encontrado inspiración en alguna que otra ocasión porque, según ha dicho, «las musas son furtivas y caprichosas y uno no sabe dónde lo están esperando».
Músico, cantante y compositor comprometido, con algo de poeta, en sus temas hay mucho de él -como no podría ser de otra manera- y así lo reconoció mientras recordaba la estrecha relación que lo une a Málaga y a un rincón del barrio de Pedregalejo.