El 16 de mayo de 1770 se celebraba en Versalles la boda de María Antonieta de Austria con Luis XVI de Francia, un enlace que unía a los Habsburgo con los Borbones, que así dejaban de guerrear. El acontecimiento, de gran ostentación, fue, sin embargo, el principio del fin del Antiguo Régimen. La alianza política, escenificada en la unión de los dos adolescentes tardó siete años en consumarse en la alcoba, lo que dio origen a todo tipo de presiones y se convirtió en un asunto de Estado. Los historiadores, entre ellos Stefan Zweig, consideran que en ese lecho se gestó el final de la monarquía y el triunfo de la Revolución. «El destino de un matrimonio se une aquí al destino del mundo», dice el escritor austríaco en María Antonieta, publicada en 1932.
Si bien al principio fue bien recibida, su popularidad no tardó en caer drásticamente. Al epíteto de ‘La Austríaca’ le siguieron frívola, malvada, caprichosa, derrochadora, adúltera y sin empatía por las calamidades que sufría el pueblo. En general, las críticas contra la reina han sido implacables, «más negra que Agripina, más lasciva que Mesalina», a la que atribuyeron una larga lista de supuestos amantes. De ellos, se conservan las cartas intercambiadas entre la reina y el conde sueco Axel von Fersen entre 1791 y 1792, que confirmarían su íntima relación.
En lo que sí parece que todos los historiadores están de acuerdo es en su vida en la corte. El billar, las cartas, música y los bailes eran sus ocupaciones principales. Pasaba horas en el Petit Trianon, su palacio personal regalado por Luis XVI. Esto, combinado con la moda y los muebles para sus dependencias reales, fue muy reprobado, en un país que se precipitaba inexorablemente hacia la bancarrota.
A pesar de todo, Zweig, para quien María Antonieta era una mujer corriente, apunta que escribir su historia «significa recoger un proceso de más de cien años en el que acusadores y defensores se contradicen con la mayor vehemencia».
Entre pasteles y diamantes
Una de las calumnias persistentes a través de los siglos ha sido la frase popular, atribuida a la reina, «Qu’ils mangent de la brioche (si no tienen pan, que coman brioche)», muestra de la supuesta indiferencia hacia el hambre de los franceses. No obstante, fue Jean-Jacques Rousseau el primero en mencionarla en sus Confesiones, escritas en 1765, aunque publicadas de forma póstuma. En ella, el polímata suizo hace referencia a una «gran princesa», sin nombre. Cuando Rousseau lo escribió, María Antonieta tenía 9 años y aún no había llegado a Francia. Posteriormente, los revolucionarios tomaron la frase como azote contra la reina y, por ende, contra la Corona.

El asunto del collar empeoró aún más su reputación. Todo comenzó con una gargantilla de diamantes muy costosa que los joyeros Boehmer y Bassenge crearon para Madame du Barry, amante de Luis XV. Tras la muerte del monarca, Jeanne de la Motte, ambiciosa y manipuladora, ideó un plan para obtenerlo, en el que incluyó a María Antonieta, a sus espaldas. Aunque la reina no participó en la intriga, se alimentó el resentimiento popular.
Con el tiempo, los esfuerzos se han dirigido a restituir la dignidad a uno de los personajes históricos más relevantes y vilipendiados. En su biografía María Antonieta. La última reina, la historiadora británica Antonia Fraser propone una visión profundamente humana. Sin idealizarla, intenta comprenderla en el contexto de su tiempo y su evolución personal. Desde que fue arrancada de Viena, a las campañas de desprestigio o el rechazo por ser extranjera.
En su película Marie Antoinette (2006), Sofía Coppola ofrece un retrato contemporáneo de la reina, interpretada por Kirsten Dunst, y pone el foco en su soledad. Frente al rígido protocolo de Versalles, busca refugio en el placer, la moda, los dulces, la música y la diversión. Coppola utilizó los pasteles como una metáfora visual del exceso de la corte, además de emplearlos como parte integral de la paleta de colores del filme.
Zweig y Fraser coinciden en que la reina maduró en la adversidad. La Revolución, el intento de huida, la detención en Varennes, el Tribunal Revolucionario y la condena... María Antonieta afrontó la guillotina con entereza, ya muy enferma de tuberculosis. Sus últimas palabras se dirigieron a su verdugo, Charles-Henri Sanson, antes de ser guillotinada, el 16 de octubre de 1793, tras pisarle accidentalmente el pie al subir al cadalso en la Plaza de la Revolución (hoy Plaza de la Concordia, en París): «Perdón, señor. No lo hice a propósito».
La historia la ha convertido en víctima y también en icono de la moda. María Antonieta es protagonista del manga La Rosa de Versalles y de otros que exploran la Revolución francesa con fantasía como Versailles of The dead. Ha pasado de villana a icono cultural.