<iframe src="https://www.googletagmanager.com/ns.html?id=GTM-THKVV39" height="0" width="0" style="display:none;visibility:hidden">
Whatsapp Diari de Tarragona

Para seguir toda la actualidad desde Tarragona, únete al Diari
Diari
Comercial
Nota Legal
  • Síguenos en:

Circe, símbolo del poder femenino

La bruja de la Antigüedad reclama su voz y su derecho a mudar el mundo, libre de los dictados masculinos

05 mayo 2025 09:59 | Actualizado a 05 mayo 2025 10:13
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

La poderosa hechicera vive en la isla de Eea. Hasta allí llega Odiseo –o Ulises– con sus hombres, en su viaje hacia Ítaca. En un primer encuentro, estos, a los que el héroe envía de avanzadilla, acaban convertidos en cerdos y encerrados en las pocilgas. La bruja no es otra que Circe, una de las más vetustas magas de todos los tiempos, junto con su sobrina, Medea. Y la historia pertenece a la Odisea, de Homero, quien se refiere a la semidiosa con el apelativo de polifármacos, es decir, que conoce muchas pociones y hechizos.

Personaje de la mitología griega, es hija de Helios, el dios del sol, y Perseis, una ninfa. A Circe se la conoce, justamente, por su poder para transformar a los hombres en animales y por no conseguirlo con Odiseo. Desterrada a Eea por sus transmutaciones –como posteriores interpretaciones cuentan–, estaba protegida por lobos y leones que bien podían haber sido, otrora, valientes guerreros.

Circe, presentada durante siglos como origen de todos los males, ambigua y siniestra, es la efigie que de la mujer bella, inteligente e independiente ha proyectado la mirada masculina tradicional, conservadora.

Conocedora de las hierbas y la medicina, su figura transporta indefectiblemente a la persecución de las otras brujas europeas, las mujeres reales, entre los siglos XV y XVIII. Curanderas, parteras o herbolarias que por sus conocimientos y por vivir sin control masculino se las consideraba desafiantes de las normas sociales. Potencialmente peligrosas. Chivos expiatorios de las crisis.

En la modernidad, la figura de Circe se ha ido transformando. Una de las relecturas más relevantes ha sido la de la novelista y profesora estadounidense Madeline Miller quien en su novela Circe (AdN), en primera persona, la muestra como una marginada que desafía a dioses y héroes para forjar su propia identidad. Maternidad e independencia marcan el giro de la percepción del mito. También Margaret Atwood, en Circe/Poemas de lodo, la retrata como una mujer consciente de su marginación. La utiliza para explorar temas como la autonomía femenina, la sexualidad y la subversión de los roles tradicionales. Mientras, en El poder de Circe, de la Nobel Louise Glück, la hechicera dice: «Nunca convertí a nadie en cerdo. Algunas personas son cerdos; yo solo hago que se vean como cerdos».

Cuento, película y cómic

Julio Cortázar, en su cuento Circe, incluido en el libro Bestiario (1951), traslada el mito al Buenos Aires de mediados del siglo XX. La protagonista es Delia Mañara, novia de Mario. ¿Ha matado ella a sus anteriores parejas? El suspense se traslada a la película homónima, dirigida por Manuel Antin, que profundiza en su psicología. Y Circe es también el nombre de la enemiga de la Mujer Maravilla en el cómic de Marvel, donde se encuentra con Superman y Batman.

Como la sociedad, Circe evoluciona, se transmuta, cambia de fisonomía y utiliza sus poderes primigenios para situarse en el centro de su propia historia.

Tres enfoques: El mito en la paleta de John William Waterhouse

Circe es la musa del pintor británico John William Waterhouse (1849–1917). La representó en tres enfoques: En ‘Circe Offering the Cup to Ulysses’ (1891), la retrata sentada con porte majestuoso, ofreciendo una copa a Odiseo (Ulises). Tras ella, los animales, otrora hombres transformados. La escena destaca el control sobre el destino masculino; En ‘Circe Invidiosa’ (1892), vierte una poción verde esmeralda en el mar para transformar a su rival, Escila, en un monstruo; finalmente, en ‘The Sorceress’ (1911) se la muestra en un laboratorio rodeada de símbolos mágicos: alquimia y conocimiento oculto.

Waterhouse se sintió particularmente atraído por personajes femeninos mitológicos o literarios que combinan belleza, inteligencia, misterio y un toque de peligro, todo ello imbuido de la época victoriana, en la que vivió. En palabras de la historiadora del arte Griselda Pollock, este tipo de mujer «empodera y amenaza a la vez».

Comentarios
Multimedia Diari
OSZAR »