Pablo Katchadjian: «La libertad no es un estado, es un movimiento»
El autor argentino escribe una alegoría en ‘Gracias’

Pablo Katchadjian.
En una isla indefinida y en un tiempo indeterminado, un barco cargado de esclavos atraca en el puerto. El narrador de esta historia ha viajado hacinado en una jaula con otros doscientos esclavos y, al poco de pisar tierra, tiene el dudoso privilegio de ser de los primeros en encontrar un comprador. Se trata de Aníbal, el señor de un castillo situado en lo alto de una colina cercana al puerto. Allí, el protagonista se ve obligado a cumplir las órdenes cada vez más delirantes de su excéntrico amo. No obstante, los abusos que perpetra contra una de sus esclavas y las tareas inconcebiblemente repugnantes que le impone a él terminarán por empujar a los esclavos a idear un tiranicidio. Gracias es una alegoría sobre la libertad, de Pablo Katchadjian (Sexto Piso), uno de los grandes talentos de la literatura argentina contemporánea.
¿Por qué ‘Gracias’?
Es interesante la pregunta porque no la puedo responder. A veces pasa que escribo el libro y el título está de entrada. Otras veces termina la novela y todavía no está el título, ahí lo tengo que buscar y esta fue de esas. Empecé a pensar y pensar y pensar y el título apareció solo, sin pensarlo. O sea, no es un título que viene de una parte de la novela, o de algo que se dice, o de un concepto que parece que está sobrevolando. Entonces, yo pensaba que los títulos así arman un triángulo con la novela: el autor, la novela y el título. Básicamente, Gracias es agradecimiento, pero no se sabe de qué, no se sabe si es un agradecimiento del personaje, si es un agradecimiento del autor, probablemente serán las dos cosas.
Al personaje le ocurre de todo.
Pero al mismo tiempo empieza esclavo y termina libre.
Cuando se empieza a leer la novela, el lector se pregunta en todo momento, ¿por qué no se escapa?
Bueno, dos cosas. Primero, yo no sé si puede escaparse. O sea, no lo sé literalmente porque como no le hice escaparse, no sé qué pasaba. Si él se iba a la ciudad, ¿qué pasaba? Tal vez había algún tipo de policía. Tal vez no se podía subir a un barco. Y por otro lado, sí, hay un problema moral, él es esclavo. Y para no ser esclavo tiene que dejar de serlo. Ahí hay algo que es esta cosa alegórica que tiene la novela. Uno lee la novela y todo parecen ser conceptos en movimiento. Los mismos personajes, viste que es algo muy de la alegoría, el libre, el esclavo, la envidia, la moral, todos son personajes. Así que primero no sabemos si se podía escapar o no. Y segundo, pienso que incluso si no hubiese habido ningún impedimento concreto para que se escapara, no se podía escapar.
No le entra en la cabeza. El lector piensa, ¡pero serás tonto!
¡Eso me encanta! Hay una película de los hermanos Coen que se llama Inside Llewyn Davis en la que un personaje lo hace todo mal y estás toda la película viéndole y diciendo, pero si serás tonto... Es genial.
¿A qué huele la esclavitud? ¿A qué huele la humillación? Porque el lector nunca sabe lo que está haciendo, eso que tanto le humilla.
Yo tampoco lo sé. No tengo ni idea. Hay un montón de cosas ahí. Lo puedes ver como un truco narrativo, cuando no cuentas algo y dices que es horrible, parece más horrible. También lo puedes ver como un chiste narrativo, que es hablar de algo sin nombrarlo. Hay una relación entre el trauma y el hueco, ahí. Hay un hueco narrativo y una cosa que para él es traumática. Como la repetición de esa acción. Hay algo ahí que a mí me resuena mucho. Esas cosas que son repeticiones que uno tiene, en las que uno entra y que no puede entender bien qué significan, pero que le producen mucho malestar. Yo creo que es ese tipo de acción también. Eso si lo ves alegóricamente. Porque la novela tiene los dos planos a la vez. Si lo ves literalmente, no, él está haciendo algo horrible y no lo quiere decir de tan horrible que es. También muchos sobrevivientes de cosas muy terribles e incluso muchos de los que hicieron las cosas horribles no cuentan, sobre todo, los que las padecieron no quieren hablar de eso, no quieren contarlo. Dicen no, no, no, no. Ahí debe de haber algo también de historia familiar, de sobrevivientes del genocidio armenio, de qué se cuenta, qué no se cuenta.

¿Se puede ver como un cuento, una fábula? Aunque no deja de ser real porque la esclavitud todavía existe.
Totalmente. La esclavitud existe, la humillación existe, la repetición existe, sí, sí.
¿Era una alegoría desde el principio? Metáfora, mundo onírico...
Siempre me gusta la forma de la alegoría. La primera vez que sentí que me gustaba mucho fue con Kafka, cuando lo leí. Kafka trabaja mucho con la alegoría y hay algo también de Voltaire, ese tipo de cuento filosófico. Pero es más cercano Kafka que Voltaire. Es más existencial. Pero al mismo tiempo me gusta que la lectura predominante no sea alegórica, que uno lea lo que está pasando, que no lea en función de una enseñanza o un discurso que se quiere transmitir en el texto. Y por eso el texto no es muy claro en qué es lo que dice sobre el tema, entre comillas, que estaría ahí tratándose, entre comillas también, porque ni hay un tema ni hay un tratamiento. No sé qué dice, por ejemplo, la novela sobre la esclavitud, no tengo idea. Pero dice algo, dice muchas cosas distintas.
Nos puede llevar a Espartaco o a Marx, cuando hablan de conciencia. Tienen que tener conciencia de clase porque si no saben que son esclavos, ¿cómo van a ser libres?
Sí. Eso se plantea, sobre todo en ese momento en que los esclavos están escuchando a los amos discutir sobre la esclavitud y el protagonista, que es más ingenuo, dice, ah, están en contra de la esclavitud. No, están en contra de los impuestos. Para los amos la actividad es una metáfora y para el protagonista y los que están con él no es una metáfora, es literal. Ahí es una cuestión de clase. En general, ahora cuando se habla de libertad, el gobierno que tenemos por ejemplo en Argentina, que es un gobierno de derechas que habla de libertad, es libertad de no pagar impuestos y de no tener un Estado que regule. No es una libertad literal.
¿Somos libres ahora usted y yo?
No y me parece que uno puede estar en una permanente construcción de esa libertad. Me parece que no es un estado, la libertad. Es como un movimiento.
¿Que hoy sí, pero mañana no, o al revés?
Que hoy sí, pero mañana no, o que hoy sí en algo y mañana sí en otra cosa. La palabra libertad lo que te puede hacer ver es cuál es la incomodidad. ¿Qué es lo que no te permite hacer qué? Es como una especie de movimiento de la reflexión. Eso pensándola metafóricamente. Después, en la novela salen los esclavos que son esclavos literalmente también. Ahí es un concepto más claro. Para ellos es claro qué es libertad y qué es esclavitud.
Le da voz al lector con esos puntos suspensivos.
Totalmente. Sí, porque yo mismo no tengo una conclusión. Cuando hay puntos suspensivos o cuando algo no se dice yo tampoco lo sé. También es lindo, tiene que ver con esto que me preguntabas de la libertad. Muchas veces yo ponía puntos suspensivos porque no tenía ganas de decir algo. Si no tengo ganas, no lo digo.
No es una novela al uso, ni siquiera con la puntuación.
Para mí, la literatura es un lugar donde probar y experimentar eso. ¿Qué pasa si no hago esto? ¿Y qué pasa si en lugar de hacer esto hago lo otro? Y después uno lo ve ahí y dice ¿qué puedo decir en mi vida? Es el mismo tipo de movimiento.
Las decisiones.
Los protagonistas toman decisiones cuando no les queda otra. Llegan al máximo punto de tensión y en un momento de decisión, casi que se toma sola.
Una novela en una isla indefinida y en un tiempo indeterminado.
Puede ser cualquier cosa porque incluso hay motos, autos. En el medievo le pones un auto y dices ¿qué es? A mí me pasa al escribir. Y me genera como una excitación, entusiasmo al escribir. No entender bien qué tipo de mundo ves, cuáles son las reglas. Y también te da una libertad porque lo estás inventando. Entonces puedes poner cualquier tipo de reglas. Por ejemplo, el esclavo es un esclavo, pero le sirven el desayuno. La esclavitud aparece en lugares raros. Le dan el desayuno, pero le obligan a hacer algo que no quiere hacer.
Cuando presenta el libro, ¿cuál es el feedback que le llega? ¿Qué le pregunta la gente?
Distintas cosas. Y lo leen de maneras muy distintas. Eso a mí me divierte mucho. Cómo a algunos les parece divertido, a otros les parece oscuro, a algunos les parece una alegoría de la vida contemporánea, o les parece una fábula filosófica. Y yo estoy un poco de acuerdo con todos. Así que... Me gusta eso también.