Cada época ha tenido sus enfermedades. Según el filósofo coreano y flamante Premio Princesa de Asturias Byung-Chul Han, en el pasado las enfermedades se debían a las bacterias o virus, pero en el siglo XXI, las enfermedades son neuronales: depresión, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno límite de la personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional. El motivo de estas enfermedades se debe al exceso de positividad, es decir, la libertad de poder hacer lo que uno quiera. La desaparición de lo viral implica la desaparición de la otredad; lo que ataca al hombre no viene del exterior, sino de su interior. Para Han, la sociedad disciplinaria de Foucault ya no es posible porque se ha eliminado la negatividad. La sociedad del siglo XXI es una sociedad de rendimiento, que se caracteriza porque el hombre «puede». Cuando el autor ejemplifica con el Yes, we can, queda claro que la crítica al exceso de positividad se refiere a toda la energía y desgaste que emplea el sujeto de rendimiento a «hacer» lo que quiere y hasta dejarse la salud en ello. En la época de la modernidad tardía, el hombre va ejerciendo su autonomía y se convierte en víctima y victimario porque se explota a sí mismo, no tiene sobre él un poder que lo presione, está dentro de él, y para el autor no hay presión más dura que la autoexigencia. Asimismo, en este capítulo se explica que para lograr el cambio de paradigma y pasar de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento se debe haber pasado del deber al poder (como potencia), porque en la sociedad del siglo XXI nada es imposible. Según Han, la actual aceleración de la sociedad viene de la mano de una crisis temporal, de una dispersión temporal, que es consecuencia de la atomización del tiempo. Esta disincronía es una sensación de que el tiempo avanza de forma más rápida. El tiempo, así sentido, carece de una duración y de un orden que lo rija. De forma condensada pero intensa, esa es la filosofía de Byung-Chul Han, un lúcido investigador de los males modernos. Es impecable en su argumentación y en días como estos, con el mundo pendiente del humo (negro o blanco) y de una familia de gaviotas (de lo más televisivas) es necesario reflexionar qué nos pasa y por qué nos pasa.