Ella misma se define como artesana, «pero los restauradores que me piden piezas para emplatar sus creaciones me dicen que lo mío es una tarea de artista, que además, mucha gente da la vuelta a los platos para saber de dónde son y quién los ha hecho... yo aún no me lo creo», afirma el alma de Sanfangs.
Diseñadora gráfica de profesión, Sandra Rubio Rodriguez (Cambrils, 1982) llevaba 10 años trabajando non stop delante de un ordenador cuando decidió aprender cerámica. «Me decidí probar un verano... pero me enganchó», comenta sonriente. «Tanto, que durante un tiempo fui haciendo diferentes cursillos de especialización: esmalte, porcelana... hasta que vi que era algo que me apasionaba, que no se me daba mal del todo - ríe - y me decidí a estudiar el grado de cerámica artística en l’Escola Llotja de Barcelona». Y, «cosas de la vida», mientras estudiaba, en 2017, la empresa donde Rubio trabajaba, cerró y fue la «oportunidad» de dedicarse en exclusiva a la cerámica.
Proceso ‘slow’: «estamos tan acostumbrados a las pantallas que nos apetece hacer cosas con las manos»
Sanfangs - «el nombre me pareció fácil y algo sonoro, algo así como los barros de Sandra» - nació entre 2017 y 2018, cuando Rubio empezó a trabajar en un taller donde elaboraba piezas para otras personas. Su trabajo de final de grado fue crear una vajilla para un restaurante de Cervera. «¡Funcionó muy bien! Me sorprendió que, gracias al boca oreja, la gente me empezase a pedir productos del estilo y fui ganando bastante clientela», relata Rubio. Entre ellos, muchos restaurantes que le pedían nuevas y únicas propuestas. «El primero de la provincia que me hizo un encargo fue el Quinta Forca», recuerda Rubio. «Varios colegas preguntaron a Xavi - Xavier Fabra, propietario y chef - y él me recomendó. Así fue como empecé a elaborar vajillas también para Moha- El Terrat,(Tarragona)-, para el Hiu y Can Bosch(Cambrils), Casa March (Flix)... al único que me presenté yo directamente fue al Quatre Molins (Cornudella de Montsant), ¡ahora Rafel - Muria - también se ha convertido en un súper cliente», añade mientras ríe.
Cada petición es específica y singular, en función de la necesidad de cada restaurante, chef y propuesta gastronómica. «Por ejemplo, Quach se centra mucho en la historia de la ciudad, en las raíces mediterráneas y árabes, busca más allá de las recetas, en la tradición y cómo se emplataba antes», porque además las piezas deben ser apilables, lavables, fáciles de llevar y servir por los camareros, que permita emplatar bien... y confirma que la relación con los cocineros es «muy chula porque aportan muchas ideas interesantes y conectamos bien».

La emprendedora destaca que la materia prima, que es relativamente barata, ha subido mucho el precio en poco tiempo: de 9€ los 12kg ha pasado a costar casi 15 €, por eso las piezas parten ahora de un precio desde los 6€ hasta los 60€, «todas hechas a mano».
Con la llegada de la pandemia, Rubio tuvo que dejar el trabajo en el taller de Barcelona y eso desencadenó el germen de su labor como profesora, a través de clases online. Algo que tuvo tan buena acogida que sigue realizándolas, a la vez que crea piezas de cerámica para vender o por encargo, ahora ya desde su propio espacio.
Rubio vive actualmente a caballo entre Barcelona, Cambrils y Tivissa, donde tiene una masía en la que elabora sus creaciones. En Sant Cugat (Barcelona) ofrece clases en un centro cívico artístico. «Está siempre súper lleno, hay incluso lista de espera para apuntarse», comenta Rubio. «Creo que estamos tan acostumbrados a las pantallas y a vivir de forma rápida, que la gente tiene ganas de hacer cosas con las manos, en un proceso lento - se tardan semanas en tener la pieza final -, creando algo propio y que no sea efímero».