Cultura

En el aire conmovido

El CCCB presenta hasta septiembre una exposición fruto del quinto verso del ‘Romance de la Luna Luna’, de Lorca

García Lorca en el papel de ‘Sombra’ en ‘La vida es sueño’, en 1932.Foto: Jordi Abelló & Chema Novell

Josep Maria Rosselló
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El Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) presenta, hasta septiembre, la exposición En el aire conmovido, un luminoso título fruto del quinto verso del Romance de la Luna Luna, del Romancero Gitano, de Federico García Lorca, una ambiciosa muestra en coproducción con el Museo Reina Sofía de Madrid que la acogió hasta el pasado marzo.

Construir un diálogo alrededor del verso de un poeta, dramaturgo, músico y dibujante como Lorca, a partir del paralelismo con las obras de otros artistas que en el siglo XX han sido y siguen siendo referentes, es una tarea que sin duda ha llevado años de reflexión. Una propuesta del filósofo e historiador del Arte Georges Didi- Huberman, que explora la enigmática y poderosa presencia del ‘Duende’ y nos adentra en el inabastable laberinto de imágenes y emociones que conducen al drama y con ello a la catarsis y a la desesperación.

Los diminutos dibujos de Federico y sus frágiles manuscritos conviven y se enlazan con las obras de otros artistas, algunos contemporáneos del poeta que investigan encuentros y desencuentros con la naturaleza humana. Angustia, rabia, cante, baile, y perturbación. Todo lo que se acerca al ‘Duende’. Un ‘Duende’ esquivo que se oculta tras la expresión de un rostro, de un ataque de histeria fotografiado, de un Nijinsky levitando en un postrer salto extremadamente vertical. Un ‘Duende’ atrapado en el frágil cuerpo de Carmen Amaya, en el elegante paso de baile de Vicente escudero, en los puños crispados de Manolo Caracol o en el violento vómito del ectoplasma de una médium. Proyecciones sabiamente seleccionadas que continúan su relato en bucle ignorando la presencia de espectadores, incluso siguen, persistentes, a pesar de que nadie las contemple porque el ‘Duende’ se manifiesta aún cuando no tenga audiencia.

Y en la penumbra, el silencio, un silencio elocuente y oscuro que parece resonar como un eco en cada una de las imágenes, en contraste con el día soleado, el bullicio y el ruido mecánico de una ciudad desmesurada, cercana a la deshumanización, como el Nueva York de Lorca en 1929, la Barcelona que hemos dejado atrás para adentrarnos en el mundo visceral de las emociones, donde con este temblor compartido, Lorca recupera la dimensión cósmica que durante años le fue negada.

Recorro las salas una y otra vez con Jordi y Chema, asombrados ante la desbordante cantidad de obras que, atrapadas en la inmensa tela de araña del Arte, nos conducen al centro, un espacio en el que respiramos ese aire conmovido lorquiano reflejado en las obras de: Goya, Picasso, Miró, Rimbaud, Passolini, Goethe, Victor Hugo, Rodin, Zürn, Dalí, Giacometti, Rosso, Man-Ray, Camarón y otros muchos, en total 140 artistas alrededor de un verso. Y al final, tierna y diminuta, la esperanza, en la deliciosa imagen de un recién nacido que duerme y sonríe mientras las bombas de cualquier guerra estallan, matan y destruyen, en un mundo que parece condenado a repetirse una y otra y otra vez.

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