El arquitecto modernista que nos ocupa nació el 16 de septiembre de 1879 y murió el 1 de mayo de 1949 en Barcelona, donde se mudó para instalarse en la Rambla de Catalunya. Entre sus trabajos destacan la Casa Batlló, la Casa Milà o el Parc Güell, pero nuestro protagonista no es el reusense Antoni Gaudí, sino el tarraconense Josep Maria Jujol Gibert.
El primero tuvo al segundo entre sus colaboradores, de ahí que trabajara en dichas obras, así como en la Sagrada Familia, de la que hizo la maqueta policromada que se presentaría en la Exposición de París del año 1910. En la ruta de esta semana descubrimos uno de los proyectos más singulares que Jujol emprendió en nuestro territorio a la orilla del río Gaià, en concreto, en Montferri, una pequeña localidad del Alt Camp.
Si Gaudí no vivió para presenciar el final de la Sagrada Familia, su obra por antonomasia, Jujol tuvo la misma desgracia con el Santuari de la Mare de Déu de Montserrat, del que se despidió envuelto en lágrimas -según la tradición oral-.
Ahora bien, el templo que visitaremos sí ha culminado sus obras.
Josep Maria Jujol recibió el encargo de construir el santuario dedicado a la Mare de Déu de Montserrat 2 años después de finalizar las obras de la iglesia de Vistabella (Tarragona). Este templo, también de estilo modernista, fue encargado por los propios habitantes al arquitecto; de hecho, ellos mismos colaborarían en la construcción de la iglesia parroquial, tal y como sucedió en el santuario que visitamos en esta ruta.
Un sueño hecho realidad
Daniel Maria Vives fue el promotor del santuario de la Mare de Déu de Montserrat. El jesuita, natural de Montferri, pretendía crear una suerte de Montserrat en tierras tarraconenses. La localización elegida fue una colina rodeada de viñas que su familia había donado a la causa. El proyecto, que había conseguido entusiasmar al propio Jujol, arrancó el 15 de noviembre de 1925 con un presupuesto humilde. Tanto es así que en las obras trabajaban el arquitecto, dos paletas y los vecinos. ¿Acaso sería suficiente con ellos? De acuerdo con Josep Maria Jané, los habitantes de la localidad se reunían cada noche en la colina para formar los ladrillos con cemento, arena y carbón que traían en carro desde Salomó, una localidad situada al sur de Montferri. Además, según un artículo de Rosa M. Bosch, cada jornada una familia distinta se ponía a disposición de los albañiles.
Desgraciadamente, las obras del santuario fueron abandonadas en la década de los años treinta. La muerte de su promotor, la falta de financiación y el estallido de la Guerra Civil detuvieron la construcción. El proyecto se retomaría a finales del siglo XX: entre 1987 y 1990 se llevaron a cabo trabajos de limpieza y consolidación y en 1990 se reinició la construcción. De esta manera, el templo se inauguró los días 29 y 30 de mayo de 1999, 74 años después de que se pusiera la primera piedra y en el cincuenta aniversario del fallecimiento de su arquitecto, Josep Maria Jujol.
Arquitectos olvidados
El Santuario de la Mare de Dèu de Montserrat, diseñado con la forma de un barco orientado hacia la montaña que custodia La Moreneta –de la que hay una réplica en el templo–, nos invita a descubrir la obra de un arquitecto probablemente opacado por los conocidísimos Antoni Gaudí y Lluís Domènech i Montaner, a quien recordamos, por ejemplo, por la Casa Navàs, el Institut Pere Mata o, ya en la provincia de Barcelona, por el Palau de la Música Catalana. Sin embargo, como se encarga de demostrar el libro Els arquitectes modernistes del Camp de Tarragona, son muchos los nombres que dieron forma a los inmuebles del territorio, como Pere Caselles Tarrats o Domènec Sugranyes Gras, ambos naturales de la capital del Baix Camp. El primero es conocido, por ejemplo, por L’Escorxador Municipal de Reus (1889), que hoy acoge la biblioteca Xavier Amoròs, el Banco de España (1904) o l’Estació Enológica (1910). Entre las obras del segundo, a parte del Xalet Bonet o Voramar de Salou, encontramos un edificio que hace las veces de centinela del Camp de Tarragona.
Las Muntanyes de Prades, las mismas que observamos desde Montferri, albergan una de las obras de Sugranyes. Se trata del primer refugio de montaña del despoblado de La Mussara, aquel edificio solitario ubicado en el risco de Les Airasses. Financiados este y el de Siurana por el empresario Ciriac Bonet, fue inaugurado el 14 de noviembre de 1926, apenas un año después de que Jujol acometiera los trabajos de la Mare de Déu de Montserrat.
El refugio, sin embargo, llegó unas décadas antes de que culminara el proceso de despoblación de la localidad. Junto a la iglesia de Sant Salvador, es el edificio mejor conservado del núcleo de población.