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León XIV, el tiempo después del Papa Francisco

La palabra más repetida por el nuevo papa en su primer discurso es «insieme», juntos

08 mayo 2025 21:35 | Actualizado a 08 mayo 2025 21:52
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Insieme. Robert Francis Prevost Martínez ha repetido y repetido esta palabra (juntos, ensems) en su emocionado primer discurso como Papa León XIV. Casi siempre junto a la idea de caminar y de diálogo. Una iglesia que camina, sus fieles unidos, entusiasmará sin duda a quienes quieran ver ahí una alusión al «camino sinodal» promovido por el Papa Francisco. Es el asunto más abierto, divisivo y estropajoso de su legado. La intención del papa argentino era un gobierno más participativo, descentralizado y abierto. Quedó en intención envuelta en una gobernanza intermitentemente directa y vertical, y un cierto ruido de disidencia episcopal a derecha (Estados Unidos) e izquierda (Alemania). León XIV deberá decidir el contenido de ese modelo sinodal.

Quizá arroja alguna luz sobre el futuro y el sentido del concepto insieme el lema episcopal del nuevo pontífice: In Illo uno unum. Es un resumen del sermón de san Agustín sobre el salmo 127 de la Biblia: «No es Cristo uno y nosotros muchos, sino que, siendo nosotros muchos en Cristo, somos uno». El salmo arranca así: «Dichoso el que terne al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien». En su sermón, Agustín avisa contra la interpretación materialista de las promesas del salmo e invita a sus oyentes a «sacudirlo» para revelar su mensaje más profundo.

Al elegir In Illo uno unum como lema episcopal, Prevost homenajeó a San Agustín y subrayó su misión: promover la unidad sin caer en la uniformidad

Al elegir In Illo uno unum como lema, León XIV no solo homenajeó a San Agustín, sino que subrayó una clave de su misión como obispo: promover la auténtica unidad en la Iglesia sin caer en la uniformidad. Le espera una intensa labor como sucesor de Francisco, como pasó con los herederos de Juan XXIII y de Juan Pablo II. Todo pontificado que desborda los marcos heredados deja al sucesor ante una paradoja: cuanto más fuerte el legado, más difícil es continuarlo. Cuanto más simbólico el liderazgo, más complejo resulta el gobierno de la institución.

Francisco fue un Papa «fuera de lugar» en muchos sentidos. El primer jesuita. El primer latinoamericano. El primer Francisco. También porque no gobernó desde la doctrina ni desde el trono (que también), sino desde una autoridad pastoral que nace de la periferia, de los márgenes. Su pontificado no se explica tanto por sus encíclicas y otros escritos —aunque Laudato si’, Fratelli tutti y Amoris Laetitia marcan época— como por sus gestos: abrazar leprosos modernos, visitar campos de refugiados, acudir a la misericordia cuando otros pedían orden, hablar más al corazón que a la cabeza.

¿Cómo será León XIV? La reciente historia del papado ofrece algunas claves. Para suceder a Pío XII, los cardenales eligieron a Juan XXIII como pontífice de transición. Tuvieron un terremoto: el Concilio Vaticano II. Pablo VI, su sucesor, no fue un visionario, sino un gobernante abrumado por la necesidad de aterrizar reformas en una Iglesia que ya no obedecía los viejos reflejos y con una disidencia creciente.

León XIV tendrá que decidir, por ejemplo, si concreta la sinodalidad como método de gobierno y cultura de vida

Tras el pontificado de Juan Pablo II, su sucesor, Benedicto XVI, no pudo sostener el peso de un papado supermediático, doctrinalmente expansivo y eclesialmente tensionado. Su renuncia, además de un gesto personal, fue una confesión institucional: la maquinaria del Vaticano no puede funcionar por inercia. Francisco lo entendió y optó, al menos en sus gestos y palabras, por un papado de descentralización, desmitificación y ternura. Ahora llega León XIV, que tendrá que decidir, por ejemplo, si concreta la sinodalidad como método de gobierno y cultura de vida, o si renuncia a definir esa intuición y trata de reordenar lo que algunos ya consideran desbordado.

También tendrá que responder otras preguntas: ¿es posible gobernar con autoridad la Iglesia global sin un carisma excepcional? ¿Cómo se navegan las tensiones entre culturas pastorales, sensibilidades litúrgicas, visiones de la moral y concepciones del gobierno? ¿Cómo alivia la Iglesia Católica las tensiones mundiales concretas —Ucrania, Gaza, el auge del iliberalismo, la agenda feminista, las grandes migraciones, el cambio de paradigma tecnológico...— y cómo interactúa con los actores globales emergentes?

Seguramente las respuestas de León XIV no serán doctrinales —ahí está todo seguro— sino espirituales y estratégicas

Seguramente la respuesta no será doctrinal —ahí está todo seguro— sino espiritual y estratégica. El nuevo Papa deberá leer el momento para discernir lo que es estructural y lo que es episódico. Sus desafíos no son menores: secularización en Europa, explosión de comunidades en África y Asia, tensiones doctrinales en Estados Unidos y un catolicismo latinoamericano que oscila entre lo profético y lo populista.

Los cardenales han elegido una dirección. León XIV no parece un Papa “de equilibrio” como Pablo VI, que procuró estabilizar la iglesia; o un Papa “de transición” como Benedicto XVI, que preparó otra etapa. Parece más bien un Papa “de continuidad activa”, que prolongará el estilo de Francisco con nuevas formas.

El legado que recibe León XIV, en fin, no es una hoja de ruta, sino una serie de intuiciones y cambios de tono. No hereda un sistema cerrado ni una Iglesia en calma. Hereda un proceso abierto, una transición a medio construir y una comunidad con el corazón partido entre la fascinación por un líder carismático, el afán de autenticidad del mundo católico joven y el recelo de los sectores que han considerado a Francisco ambiguo, desconcertante, heterodoxo. Así que Insieme, juntos, parece un buen programa.

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